Gracias a la instalación Frecuencia y volumen, de Rafael Lozano-Hemmer, es posible utilizar el cuerpo humano como sintonizador y convertirse en un dial humano. Suena a ciencia ficción, pero puede comprobarse en la exposición Campos invisibles. Geografía de las ondas radio, en el centro Arts Santa Mònica de Barcelona.
Por la instalación de Lozano-Hemmer, el espectador se convierte en una antena. Según se mueve por el espacio, la sombra del cuerpo le permite captar cualquier frecuencia y también subir o bajar el volumen de la emisión. Además, cuando varias personas entran en la misma sala, se puede detectar el barullo de ondas que nos rodea habitualmente.
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Imagen de la instalación 'Frecuencia y volumen'. |
La exposición, en colaboración con los centros de arte Bòlit de Girona y La Laboral de Gijón, busca aclarar el enigma que rodea al espectro electromagnético. Así, por medio de una serie de obras como Frecuencia y volumen, se pretende conocer algo más sobre las ondas de radio, teléfono y telégrafo que cambiaron nuestra vida en el sigo XIX.
Junto a esta primera obra, las de los otros dos centros. La del Bòlit (de Job Ramos) intenta sacar a la luz la emisora de radio estadounidense Liberty, que emitió en la Costa Brava durante sesenta años y cuyas antenas desaparecieron en 2006 no sin polémica. La de Gijón, firmada por Clara Boj y Diego Díaz, se denomina Observatorio y permite visualizar y contabilizar las redes wifi abiertas y cerradas en las cercanías de La Rambla, adonde está dirigido el 'catalejo turístico' del proyecto.
Además de estas obras, se incluye en la exposición una jaula de Faraday, algo parecido a un agujero negro donde se bloquean todos los móviles y que da como resultado un 'silencio hertziano'. Esto es, por lo tanto, un lugar donde no se propagan las ondas hertzianas.
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